Él siempre fue más frío que el invierno, congeló el corazón de ella a tal punto que se juró a sí misma, nunca volver a amar.
Se prometió jamás volver a entregar su corazón, confiar sus miedos y sueños. Forjó una coraza y bajó mil llaves guardó aquel corazón desdichado en el fondo del mar.
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Todo empezó una tarde de octubre, ella salió apresurada de casa, temiendo llegar tarde al encuentro con sus nuevos amigos. Estaba feliz, hacía mucho que no salía y que no hacía amigos.
Ella no creía en el amor a primera vista, eso solo sucede en las novelas.
No fue amor a primera vista, claro que no, pero si fue amor, su última historia de amor.
Estar a su lado fue como rejuvenecer, sentirse una adolescente boba, se reía de sus chistes sin sentido y sonreía cuando le veía sonreír, ella pensaba que los braquets eran el adorno más bonito para sus dientes. ¡Ay! ¡Lo que le amor te hace pensar!
Ver el atardecer a su lado, era su plan favorito y una simple galleta era un festín si lo comía junto a él.
Escucharlo hablar de sus sueños y metas, ver sus ojos brillar de la emoción, sentir sus labios sobre los suyos, era el cielo.
Estar a su lado era un sueño del cual no quería despertar.
Pero el despertador sonó y ella despertó del sueño.
Porque las cosas bellas no duran para siempre, porque la primavera no es eterna y las palabras y promesas se las lleva el viento.
Porque todo es bonito al comienzo y porque todo tiene su final.
Nadie dijo que las historias de amor deben de tener un final feliz.
Ella creyó ser una princesa que encontró a su príncipe, pero él resultó ser una bestia sin sentimientos y ella un extra en una historia de amor ajena y mal contada.
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