¿Crees en los fantasmas? Si me lo hubieras preguntado hace años te hubiera respondido sin dudar un rotundo no.
Era de noche cuando me llamaron de la casa de los Reátegui, su hija menor ardía en fiebre y estaba delirando.
- Doctor, la fiebre no le baja con nada- decía su preocupada mamá - Déjenme ver a la niña - le dije a la preocupada madre. Ella me llevó hasta la habitación de la pequeña, no tendría más de 8 años, su rostro era la viva expresión del miedo, señalaba hacia la pared con su delicado dedo y gritaba y lloraba a la vez - Ahí está ahí esta - decía.
- Está delirando fruto de la fiebre señora, tiene más de 40, hay que meterla a la tina.
La habitación estaba cerrada por completo y hacia mucho calor. - Abran las ventanas, para que entre aire. Casi al momento de terminar de decirlo, un viento helado movió apenas mi cabello y se me escarapeló la piel. Sentí en la nuca como alguien me respiraba y luego se reía. Cuando voltee no había nadie.
- Debo estar muy cansado de tanto trabajo, dele este medicamento a la pequeña Pamelita y llámeme si vuelve a subirle la fiebre.
La pequeña yacía dormida al fin y su rostro se veía más tranquilo. El que se sentía mal era yo. Y mientras salía de la casa de la pequeña una voz me susurró:
- Vamos a divertirnos mucho -
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